Después de hablar con mi psicoanalista sobre mis sueños (o bien sobre lo poco de los sueños que perdura en mí cuando recupero la conciencia), soñé que iba a un zoológico en el que los animales, de algún modo igual a como nosotros le pagamos a los psicólogos, le pagaban al público, a mí en este caso, por ir a observarlos.
El tigre tenía un cocodrilo en el bolsillo.